Leer, sentir, esculpir...

Verso
a
Verso

Dime dónde te escondes. 

He escalado hasta tu balcón. 

Renuncio a mis latidos,

renuncio a sonreír,

pero jamás podré renunciar

a dejarte de amar.

Te adoré desde el principio, para amarte
hasta el final

Jorge Insurrección

Imposible,
es la palabra
que hoy brota
en mi molondra,
aún no logré
discernir el porqué.
Ataviado,
otra madrugada más,
amanezco a las puertas
del averno,
¿ Porqué ?
No supe que contestar.
Desordenadas
discurren las letras
que deambulan
en mi pensamiento.

Quizás deba,
quizás no,
emulsionar el miedo
que yace en mi alma
cada segundo
de mi vida.
Por favor te imploro
a no hesitar,
mis emociones
son difíciles
de interpretar,
pero juro que mi amor
hacia ti es real,
tus besos son
mi sello de identidad.
No temas,
mis labios
solo acariciarían
los tuyos,
tu sonrisa 
es mi redención,

no te vayas,
jamás fui un polígamo,
creí, creo y creeré
en el amor eterno,
eres un sueño
hecho realidad.
Ojalá supiera dibujar
aquello que te hace
levitar hacia el rincón
más hermoso
que se halla en el cielo.
No seré lo más bonito 
que contemples,
ni lo mas hermoso y bello 
que vislumbre en tu día a día,
lo más bonito, bello y hermoso
es aquel reflejo 
que se proyecta
en el umbral de tus ojos.
Quizás sea tarde 
para decirte 
que te quiero,
pero no me iré
de este mundo
sin haberlo hecho.
Te adoré desde el principio,
para amarte hasta el final.

El ocaso de la mañana

Jorge Insurrección

El ocaso de la mañana
se viste de santuario
en tierra desierta,
apenas hay agua
que pueda remojar
un irrisorio centímetro
de mi cara.
Un millar de hogares derruidos
por el desafuero
de poseer superioridad,
alevosos condenando a una vida
de iniquidades
a espíritus inocentes,
castigando inhumanamente
sin vida a almas perforadas.

Llanto, dolor y destrucción,
¿ Cuándo acabará la guerra ?
Soñaba...
Tirabas la piedra
y
escondías la mano,
tú tenías el papel de inofensivo
y
a mi me dabas el de villano,
tu tenías el poder

yo,
mi obligada obediencia.
En tus deslumbramientos piensas
que de ti aprendí todo aquello
que quedó escrito
en viejos libros de historia, 
tú único estímulo
es trasladar al presente
imposiciones que resurgieron allá,
por el año 1900.
En tu molondra solo ondea
que debería ver luz
en el peso de tus huellas,
crees
que cubrir mi sonrisa
es la corona que condecora
todas tus hazañas heroicas,
que solo debo caminar
bajo el manto
de tu pronunciado torso.
Y sigues pensando 
que debo ser arena fina,
ni mascota ni animal,
soy persona
y
el mayor dolor que provocas
es sustentado por palabras
que herrumbran mi alma.

Heridas que no cicatrizan

Jorge Insurrección

Amigo mío, 
han transcurrido
seis largos años
desde que partiste
hacia otro lugar,
no estás en mi vida,
ni presente
ni a mi lado.
Ojalá algún día
puedas leer estas palabras
o
escuchar mi voz
una última vez.
Querría relatar
en tus ojos
y
contarte que el desconsuelo
ha abatido
la única esperanza
que tenía
de volver a verte
una última vez.

Hoy, 
tu recuerdo recobra vida,
en cada lugar,
en cada esquina,
en cada paso que doy,
tu rostro reflejado
en suelo mojado
por la lluvia.
Si pudiera contarte,
si pudiera decirte,
lo difícil que se hace 
vagar por las carreteras
en solitario,
sin tu mano,
sin tus abrazos,
sin ti.

La herida no cicatriza,
he derramado lágrimas
hasta decir basta,
no ha sido suficiente,
nunca pretendí desdeñar
todo el coraje que exhibiste
para protegerme
de las iniquidades
que cercaban mi vida.
Combatiste quimeras,
renunciaste a tu existencia,
todo,
para que mi alma
pudiese levitar,
durante años
me sentí inmortal,
tu renuencia a abandonarme
provocó que el mal
cesase en su intento
por extinguirme
y
que el sol emergiera
entre nubarrones
de piedra negra.
Las estrellas te recuerdan,
grabaron tu nombre
en el firmamento,
para que el mundo recuerde,
que fuiste mi héroe.

Me preguntas si te quiero

Jorge Insurrección

Un domingo más 
en vigilia, 
me atrinchero
bajo una sábana ataviada
de frases escritas 
solo para ti.
Casi tres décadas
desenmarañan tu presencia, 
coleccionas
veintisiete postales rociadas
de agua dulce,
ruegas que adorne 
tu sonrisa, 
dime como hacerlo, 
no es sencillo,
acaricias lo misceláneo,
un mundo de constelaciones y
universos iluminados
bajo el manto
de tus ojos fugaces.

¿Qué amor voy a jurarte?
Si hacia ti
se marchan volando
de una en una
todas las palabras
que pronuncio,
¿Cómo te hago ver, 
que no hay noche y día 
si tú no estás?
Solo dolorosa eternidad.
Hoy cumplo rigurosa condena, 
no oír tu voz
es un castigo
bastante despiadado,
aún duele 
el azote del viento,
no hay calma, 
solo fin.
Hasta ahora 
sobrevivía 
escuchando 
el último fragmento.
Me faltan fuerzas
para leer una frase
sin sollozar,
te las mandaré 
por carta, 
te llegarán manchadas
de lágrimas, 
perdóname,
me emociono cada vez
que te recuerdo,
que sufra una cruel desdicha
si alguna de estas palabras
mancilla tu sonrisa.


 

 

júzgame
por lo que soy
ahora en tu vida
y
no por el resquicio
que pude ser, 
júzgame si crees
que todos mis esfuerzos
no fueron suficientes,
hazlo ahora,

después de todo
o
hazlo cada vez 
que me preguntes
si aún te quiero,
sabes bien
que me siento 
tan pequeño,
un minúsculo sedimento 
que quedó
tras una época
de incierta gloria
y aún así,
todavía me preguntas
si te quiero.

Una panorámica

Jorge Insurrección

Horas y horas...
Atroces fueron
aquellos años
en los que me abrazaba
a mi vieja farola, 
el tacto espiritual
fue
el más similar
que encontré
a la piel humana.
Ocupaba
tierras de pandora
mientras descendía
por la colina
como animal salvaje
defiende
a su caterva.
Unos amaban
desesperadamente
y
otros a traición,
el mundo se envolvía
en una sola palabra,
lo que antaño
se llamaba amistad
hoy acabaría
siendo odiado.

Sumergido
en albercas
hallaba las respuestas
que perdía
en la barra
de un bar.
Un soliloquio
destructivo
trazaba
las huellas
que pernoctarían
instante tras instante
a la luz del alba.
Una panorámica
esculpida de borrasca
transformó la imagen
de lo que fui
hasta ese día.

Cientos
de presencias vanas
se proclamaban
héroes,
pero una, solo una,
soportó mi llanto
hasta el final.
Cambiaremos
de década decías,
tus dicciones
eran
promesas palaciegas,
talladas de nobleza
y
verdad.
Te has quemado,
sin hacer alarde
de tus actos,
aún estando colmados
de lealtad,
mostraste
sin manchar de tinta
ningún papel,
que contigo,
el tiempo
jamás sería
un viaje perdido.

Perdona la ausencia 
de palabras líricas, 
el silencio es lo único
que llevo en una maleta
abarrotada de incertidumbre.
No reúno el valor necesario
para redactar esta misiva
sin derramar lágrimas.

Me duele, 
me duele pensar 
en tu última sonrisa, 
me duele recordar 
las últimas palabras
que pronunciaste, 
me duele el frío
que se siente 
de no estar abrazado
a tu cuerpo,
me duele caligrafiar
este último poema
y
aún escuece tu último
te quiero, 
tan creciente, 
como el amor 
que escribiste en mi cuerpo, 
utilizando un lenguaje

traduciéndolo a un idioma que solo 
 comprenderíamos
los dos.
¿Qué hago?
Te busco en otros ojos, 
en páginas de libros
y
en sueños 
tan irrealizables
 como descoloridos.

Colores  y un mundo
de cartulina

Jorge Insurrección

Tac, tac, tac, tac.
El tono interminable de una llamada
al 112
que nadie descuelga.
Gotea,
gotea
y
gotea,
sin pausa.
!Qué alguien haga algo
por favor!
Gotea, 
gotea,
gotea...
¡Ay mi niño!
¿Pero qué te han hecho?

Sonó atávico,
mi subconsciente
tiene la palabra,
mientras yo,
era incapaz de pronunciar
una sola frase
que pudiera decir
!Todo está bien¡
no,
sabía que no volvería
a sonreír,
sabía que no volvería
a ver la luz del día.
Lo que
nunca imaginé,
es,
que el amor doliera,
ni podía creer
que el dolor
de rojo luto
se vistiera.
Volvía feliz a casa,
bailando,
bajo un cielo de estrellas,
al despertar,
te abrazaría
como si no hubiera un mañana,
pero para otros,
la noche comenzó.
Burlas, carreras
y
por último,
vigorosas patadas
por todo mi cuerpo.
Los golpes en la piel
me robaban sin piedad
la calma,
el miedo me anuló,
intenté huir,
corrí, grité,
no fue suficiente,
esta vez,
no bastó.

Apenas podía mantener
un ojo entreabierto
mientras
un charco de sangre
cubría mi ropa.
Risas crueles,
odio, placer
y
otra victima más
para el calendario
de la violencia.
Mañana el día
estará teñido de luto,
rezarán una oración
para que mi alma
descanse en paz,
cientos de recuerdos
vivirán en vuestra memoria
para siempre,
a la vez que me recordáis,
inundados
bajo un manto de lágrimas.
Morí solo,
por un motivo inconcebible,
morí,
por amar en libertad,
en una vida,
donde los colores
envuelven un mundo
de cartulinas.